sábado, 28 de septiembre de 2013

Y cuando cae la lluvia, ya no calienta el sol.....

Y cuando cae la lluvia, ya no calienta el sol.....
 
Eran caballeros andantes sin su espada, eran princesas sin vestido. Jamás nadie lo hubiera pensado, el silencio del castillo se hacía raro a aquellas horas. Golpecitos daban a la puerta las gotitas de agua, no las dejarían pasar. A ninguna de ellas, la lluvia era demasiado traicionera para ser bienvenida. Los tonos grisáceos del cielo, como el algodón manchado de tinta. Porque la tinta recorre mis venas, al igual que la sangre. Manchando papeles sin color. Horas y horas sin reconocimiento alguno. Escondes entre los cajones tus historias, aquellas que nunca me dejabas leer ni en los días de lluvia. ¿Acaso podías esconderme algo? Era la rapidez del tiempo la que pasaba, mi juventud hacía tiempo que se había visto presa por palabras. No se olvidaban... Al igual que las insignificantes gotitas que quisieron pasar pero nunca lo hicieron. Quedaron presas en el exterior de palacio. Solas mientras el frío las helaba. Mejor hubiera sido alejarse de allí, con una taza de té caliente entre las manos y la bufanda de cada invierno. Huir con las manos tapándose la cara, sin querer dejar huella entre la nieve.
Aquellas gotitas no tenían nada con lo que abrigarse. Congeladas desaparecieron. Hasta que un día de un invierno lejano, aquel castillo silenció el roto de los cristales.
Tápate la cara con las manos y corre cuanto más puedas, llegarás más lejos de sonde siempre has llegado.
Imagination
 
 

lunes, 23 de septiembre de 2013

Crónicas de una fumadora #3

No lo necesito. No lo necesito. Lo necesito. Necesito fumar. Sentir que mis penas huyen con el olor del humo. Suena ridículo decirlo, pero no puedo vivir sin el tabaco. El cigarro es una prolongación de mi cuerpo a estás alturas. Seguramente no pueda dejarlo ahora, aunque no hubiese nada que prefiriese en el mundo. Pero tampoco quiero dejarlo. 
No me digas que puedo ser feliz de otra manera o ahogar mis penas en helado en vez de en tabaco. Eso solo son cuentos para mí, cuentos que prometen cosas que no se pueden cumplir. Así que juega a ser escritor, que no me leeré tus historias. Las quemaré con mi mechero hasta reducirlas a cenizas, cenizas que no puedan contar más mentiras. La única manera de ser feliz es enviando las lágrimas al infierno, y yo he encontrado la manera. Infalible y cierta.
Lo necesito. Es mi droga, como tú tienes tus libros. Conseguimos aferrar un sueño imposible, yo envuelta en humo y tú en tinta. Y no me digas que no es lo mismo, porque ya no me creo nada de lo que digas. Aunque mi jersey favorito sea el que me regalaste y mirar las nubes me recuerda a ti, te he sustituido. Y viceversa. Nos refugiamos en nuestra adicción, nos refugiamos del exterior. O tal vez sea una excusa para no hacerte caso, para olvidarte de una vez. 
Te repetiré que puedes ser feliz de otra manera hasta que te canses, porque yo ya me he cansado de la de veces que me lo has dicho. Para ti solo soy una fumadora obsesiva, que no sé hacer nada más. Pero recuerdo que antes sabía besar, y parece ser que muy bien, ya que me lo recordabas siempre. Así que déjame continuar mi camino, yo haré lo mismo. Tal vez nuestras vidas acaben de forma diferente o igual, pero no serán vidas unidas. Recuerdame como te guste, como la chica que sabía besar o la adicta al humo. Yo lo haré como el que me cambio la vida. Para mal.

***
¡Hola a todos! Hace mucho que escribí esta entrada, estaba esperando a publicarla y ¡llegó el momento! Sé que no es gran cosa y ni yo sé porque meto el amor aquí, pero bueh. Aún así espero que os haya gustado :3 Os dejo los links de las entradas de Emoti y Blue princess ¡Disfrutad!

sábado, 14 de septiembre de 2013

Crónicas de una fumadora #2

¿El aire tiene color? No, o eso creo. Es trasparente. Casi no lo podía sentir, ni tocar. Los pequeños rayos que entraban por el vendaval se reflejaban sobre sus débiles manos. Todo eran sombras y luces. De lo borroso se pasaba a lo nítido. Solo había que parar a fijarse. Eso era lo que le había faltado durante tanto tiempo. Ahora la veías sentada, casi sin hacer ruido. Parpadeaba, pero casi ya no tenía fuerzas para hacerlo. Con su jersey de lana, su favorito. El que le regaló su abuela al cumplir los 8 años. Del que nunca se separaba. Tenía los ojos mojados, el rimel se le había corrido y una mancha oscura recorría sus pómulos.Se había pasado toda la noche con lágrimas y en la habitación se sentía el olor fuerte de algo más. Sin duda, había estado fumando, como de costumbre. Ya era fácil pensar que las cosas no tenían remedio. El tiempo pasaba, ya había perdido la cuenta de los meses en los que sus noches eran un desperdicio. No servía de nada apagar y volver a encender cigarros, sin embargo, no podía evitarlo. Se había convertido en una obsesión, parecía no poder vivir sin ello. El humo gris que invadía el recinto, las cenizas tiradas por el suelo. ¿Qué tenía todo aquello? Nada. Eso era lo raro. Porque nada se arregla desperdiciando tu vida. Al igual que una vela no se enciende si no llevas un mechero. Pero ya no servía de nada intentarlo, ya había perdido todo por lo que merecía la pena luchar. Ya no se agarraba a nada. No podía revivir los momentos por los que había pasado. ¿Hacía cuanto que no escuchaba su risa? Tal vez habían pasado meses. Ya nada ni nadie se acercaba a contemplarla a su ventana. Pero no se podía tener todo. Tan solo el interés por saber cómo les iría a sus antiguos compañeros. Esperaba que la vida les vaya mejor que a ella, o tal vez lo contrario. Solo sabe que nada cambiara, nada será como antes. Da una calada a su cigarro, tose un par de veces y lo apaga en el cenicero de cristal. En seguida recurre a otro antes de que los recuerdos le atormenten más. Lo mira atentamente, no parecer ser nocivo, pero lo es. Escucha el sonido del silencio. Y de un golpe, se levanta. Intenta aguantar de pie y con asco, lanza todos los cigarros contra la chimenea, allí se quedarán. Sintiendo asco hacia ellos mismos como ella tantas veces ha sentido. Porque ahora se ha deshecho de lo que le atormentaba. Y ya no sabe qué más hacer, porque sabe que ya ha perdido las esperanzas de que la vida le ayude, pero al menos, está intentando recuperar su vida. Los principios empiezan cuando los finales se olvidan. Por eso, no vale volver a recordar. 


miércoles, 11 de septiembre de 2013

La librería y el cartel de Cazadores de sombras

¡Hola holaa! Sé que no os tengo (tenemos) acostumbrados a que escribamos entradas sobre nuestra vida, historias trascendentales o pensamientos tontos como los miles que se me están pasando por la cabeza ahora mismo xD Pero me apetecía escribir algo, y como la inspiración ha decidido irse de mi cabecita de vacaciones ahora que se acaban (la muy jodida), pues escribo sobre lo que ha pasado estos poquitos días (lo poco de lo que haya importancia).

Estos días he quedado con Chic-girl y Topi por las tardes, ya que vivimos cerquita, y Chic-girl estaba deseosa de ir a una tienda de libros de segunda mano. Así que buscó en Internet y encontró una que estaba cerca de donde habíamos quedado, así que fuimos. Nos perdimos por las calles (bueno, yo me perdí, es que mi sentido de la orientación es pésimo. Se suponía que había pasado miles de veces por allí, y yo ni me acordaba -.-'), y, ¡la encontramos /la encontraron! Nos metimos dentro (era muy, muy, muy pequeñita pero a mí el ambiente me encantaba, no sé). Era todo libros antiguos, ensayos de nosequé según Topi. Yo ahí, admirando los lomos (porque antes los libros no tenían portada con ilustración), en la parte en la que no había nadie, porque éramos las únicas jóvenes (¡que vergüenza!). Y de pronto las dos pavas empezaron a decir gesticulando con los labios "¡vámonos!", creo que les daba más vergüenza que a mí xD Así que salimos y nos fuimos a las librerías del centro y me compré Los días que nos separan, de Laia Soler, y Chic-girl se compró Por trece razones, de Jay Asher. Y todos happys :D
La verdad es que la experiencia me gustó mucho, me gustaría ir a otra :)

Y bueno, que me apetecía escribir algo y esta era la experiencia más próxima más digna de contar xD También nos sacamos fotos delante de un cartel de Cazadores de sombras, pero mejor no digo como posamos jajaja Por las nefilims y tal (que a ver, yo no tengo nada en contra del libro, pero lo que dice Chic-girl va a misa, y si dijo que no le gustó, es que no me va a gustar). Pero veré la peli :D

Y esto ha sido todo, ¡besos!



lunes, 9 de septiembre de 2013

Lo grande que era todo para una enana como ella

Noche oscura, un aliento gélido en la nuca. Suenan los violines, tristes, casi sin pasión. Emiten sonidos que la luna nunca podría haber soportado. Pero sí. Aquella noche la luna escuchó sin parar aquel semejante espectáculo. Con amargura de la noche de invierno, escondió entre sus montañas de arena lo que sentía.
Y entonces, la niña rubia con trenzas, la que llevaba a su espalda su peluche, su muñeco. Caminaba por todos los lados cantando, como siempre hacía, las canciones de su mamá. Porque eran suyas, ¿no? La madre se sentaba con las piernas cruzadas sobre el sofá, bebía un poco de té, acurrucaba a su hija junto a ella y comenzaba a cantarle. Podía parar miles de veces a descansar, sin embargo, no se cansaba nunca. Su sonrisa casi parecía estar pegada para siempre sobre su boca, pues no desaparecía. Los ojos brillantes casi eran del color de la miel pero si te fijabas más atentamente, nunca llegaban a serlo. Letras con sabor a lágrimas, canciones con un significado directo, dolor en cada palabra. Buscaba un escape a otro mundo, pero no lo encontré pues solo hay un mundo y es este. Aquella madre perdió el sentido de la vida, sin rumbo, guardando bajo llave lo que sentía. Minutos de amargura, de silencio, aprendiendo que también se llora de alegría. Se llora. El color de las paredes se ennegrecía con el tiempo, las horas pasaban y la música no cesaba. La niña pronunciaba poco a poco cada palabra aprendiendo correctamente, como su madre le había enseñado. Sintiéndose débil entre la espesura del bosque, corriendo libre mientras las ramas se pinchan en sus piernas y le rozan. Las heridas pronto empiezan a sangrar. Como siempre, nunca hay nadie que le cure. Ella misma. Sola. Qué triste. El viento zarandea las hojas de los árboles como si bailaran al son de la música. Del silencio del bosque. Pasa un coche por la carretera, o tal vez eran dos. Sí, efectivamente, se había equivocado, no eran dos. El tercero de ellos circulaba unos metros por detrás que los demás, no hacía ruido, era casi invisible. Invisible para una niña de su edad. Corriendo, el conductor intentó frenar. Una punzada en su débil cuerpo y una pequeña lágrima, hasta que el conductor, aterrado, daba marcha atrás con el vehículo y huía de allí. Cobarde. Más que cobarde.
La luna ya no estará llena para siempre, los violines tampoco entonaran de nuevo una canción, aquella niña ya no escuchará a su madre de nuevo. En otro lugar de la ciudad, una adolescente llora porque acaban de dejarlo después de un mes de abrazos y risas. Mientras que, sin que nadie se de cuenta, otros acaban de empezar lo que les dará sentido a su vida durante unos años. Rutinas y más rutinas, hasta que un día, un cambio lo decide todo.